viernes, 26 de diciembre de 2014







Muchas felicidades
 en estas fiestas de fin de año.
 Que el Todopoderoso
 les conceda todos
 sus anhelos.

MI MASCOTA PEQUEÑIN UN HIJO Y UN AMIGO DE LA FAMILIA

MI MASCOTA PEQUEÑIN UN HIJO Y UN AMIGO DE LA FAMILIA

Cuidar de los seres vivos es cuidar de nuestro entorno y nuestro mundo. Pequeñín, un husky siberiano, nos dio alegría, a mis hijos, a mi esposa y a mí. Hace poco murió. Le dimos sepultura como un miembro más de la familia con respectiva caja y tiene su lápida en San Carlos. No lo tiramos a una cuneta.
Sentí mucho que estaba en manos de los médicos y sospechoso que un medicamento no le fue aplicado correctamente. 
Pequeñín, gozó de cariño y con él disfruté de los beneficios emocionales que te brinda tener un animalito a tu lado. 
Su lealtad, hacia mis hijos, a mi esposa y a mi es incomparable. A pesar de no ser can policía frustró con sus avisos silenciosos dos asaltos a residencias de los vecinos.
Confieso que lloré a lágrimas a Pequeñín igual que lo hicieron los míos porque lo preferíamos a él que nos llenaba de una gran lealtad y jamás dudamos que nos mordería ni nos atacaría por atrás.
Recomiendo querer sus mascota y vivo la angustia de Delfia Cortés que tiene su chihuahua enferma, casi en momento terminal.

La foto tarjeta de navidad fue hace dos años.

lunes, 22 de diciembre de 2014

RIO HATO OTRO OBJETIVO DE EEUU


Las exhumaciones de los caídos del 20 de diciembre de 1989
Las exhumaciones de los caídos del 20 de diciembre de 1989

Aquel 20 de diciembre de 1989, los soldados abrieron fuego contra conductor de un camión cisterna en Rio Hato. 
A partir de esos momentos, el padre de esta víctima de la barbarie militar, un comerciante del Roble de Aguadulce, buscó a su hijo por todos lados con la respuesta del ejército invasor: “no lo tenemos”. 
El hombre no desmayó y continúo la búsqueda.
Cuando el Procurador Rogelio Cruz, apenado con su conciencia por no permitir exhumaciones de las fosas comunes solicitada por los familiares, dio la orden, aquel padre colaboró y pago las retrocavadoras utilizada en Jardín de Paz con la esperanza de encontrar los restos de su hijo. 
Abrían una y otra fosa y nada. Solo faltaba el último de los cadáveres, ya cayendo la noche. Resultó era el de su hijo. Estaba con zunchos y manos atadas hacia atrás. Su cartera y documentos los llevaba consigo lo que permitió identificarlo y su hallazgo, ante tanta negación de los responsables de darle muerte a su hijo, confirmó el amor de un padre a lo suyo. Aquel 20 de diciembre de 1989, los soldados abrieron fuego contra conductor de un camión cisterna en Rio Hato. Eran las 12:35MN
A partir de esos momentos, el padre de esta víctima de la barbarie militar, un comerciante del Roble de Aguadulce, buscó a su hijo por todos lados con la respuesta del ejército invasor: “no lo tenemos”.
El hombre no desmayó y continúo la búsqueda....
Cuando el Procurador Rogelio Cruz, apenado con su conciencia por no permitir exhumaciones de las fosas comunes solicitada por los familiares, dio la orden, aquel padre colaboró y pago las retrocavadoras utilizada en Jardín de Paz con la esperanza de encontrar los restos de su hijo.
Abrían una y otra fosa y nada. Solo faltaba el último de los cadáveres, ya cayendo la noche. Resultó era el de su hijo. Estaba con zunchos y manos atadas hacia atrás. Su cartera y documentos los llevaba consigo lo que permitió identificarlo y su hallazgo, ante tanta negación de los responsables de darle muerte a su hijo, confirmó el amor de un padre a lo suyo.

 

LOS PRIMEROS BOMBAZOS

Testimonio: Una jornada de trabajo la noche de la invasión
Por Roberto Rolando RODRIGUEZ
Días antes de la intervención militar del ejército de los Estados Unidos la información que manejábamos era de inminente invasión. Ese 19 de diciembre de 1989 hice un recorrido por la base aérea de Howard. Se daba un movimiento inusitado. Yo, viaje en un chivita de Veracruz. Confirme que en unos de esos vuelos chárter militares habían llegado, los reporteros de guerra que cubren para el Pentágono.
Laboramos en el diario Matutino. Esa noche la plana cerró como a eso de las 10:00 p.m. y me retiré a casa. Me puse a ver televisión. A menudos los cintillos de claves chácara y cutarra no me gustaba. De pronto faltando pocos minutos para las 12 MN recibí una llamada para sintonizar Radio Nacional. En efecto Rubén Murgas confirmaba que se estaba ejecutando una acción militar foránea contra Panamá.

Rubén dijo que él no fue entrenado para ser soldado pero la historia lo colocaba en la trinchera de la defensa del país como lo que es, actuar como periodista.
Me arreglé y desde mi residencia en Cáceres de Miraflores se escuchaban los estruendos de las pesadas bombas que caían. UN ruido de un avión sobrevolaba la ciudad en círculo. Mi hija, Kany, me agarró y me pidió no ir al teatro de los acontecimientos pero Roly le respondió, “él es un periodista déjalo cumplir”.
Avancé y desde el puente de la Martin Sosa el destello del fuego y los estallidos de las bombas no me permitieron avanzar y entonces me dirigí hacia el hospital Santo Tomás porque pensé que habría heridos. Cuando me acercaba ya había combates en el edificio Hatillo donde había sido herido el dirigente, Ramón Ashby. En la urgencia del HST comenzaban a trasladar heridos y muertos y la confusión era indescriptible en la urgencia del hospital. Hice un despacho para la Radio Nacional que aún no había sido intervenida por los aparatos espías norteamericanos que contaba con un barco interceptor.
En medio de tanta acción, muy tarde a la madrugada, regresé a casa y cuando regresaba en Vista Hermosa en un bar discoteca propiedad de un amigo me encontré a dos parejas bailando y al relatarle al dueño lo que acontecía éste procedió a terminar la escena romántica de los tortolitos. 
No aguante consolidar el sueño y temprano me levanté y me encontré con Eliecer Santamaría. Juntos nos fuimos hasta detrás de los multifamiliares de Barraza. Todo el perímetro estaba cercado por las tanquetas norteamericanas. Yo, mantuve en marcha el motor de auto mientras Santa tomaba fotos. De pronto, cuando ya nos disponíamos a salir de ese teatro, camuflados identificamos a Papo Córdova e Hilario Trujillo, quienes estaban vestidos de civiles con gorras en sus cabezas. Les pregunté por sus cuarteles y  Córdova nos respondió ya lo bombardearon y se lo tomaron. El tono de respuesta no lo escuche muy militar.
Regresamos al Santo Tomás. Yo continúe solo hacia Panamá Viejo donde me informaron que habían combates. Intenté acercarme. A marcha lenta en la estatua de Morelos los marines americanos camuflajeados y pintoreteados sus caras estaban hasta el tuétano en lama estaban arrastrándose para acercarse a la calle. Eran muchos mientras helicópteros hacían labores de rescate de otros marines que estaban enterrados en la lama a pocos metros de la calle. El cuartel estaba tomado y por la parte de la iglesia San Gerardo de Mayela las tropas invasoras colocaban alambres púas.
Eran casi las 10:00 a.m. Decidí tomar descanso. Había muchos vuelos tanto de aviones como helicópteros militares. Fui antes a la redacción escribimos una nota con algunas fotos de un helicóptero derribado en Huerta Sandoval y Cerro Ancón y un resumen de lo registrado en el Santo Tomas. Fue la última publicación de ERSA porque después de salir de ese lugar una tanqueta de la soldadesca gringa derribó las paredes y se posó sobre la redacción.

Testimonio: Una jornada de trabajo la noche de la invasión
Por Roberto Rolando RODRIGUEZ
Días antes de la intervención militar del ejército de los Estados Unido...s la información que manejábamos era de inminente invasión. Ese 19 de diciembre de 1989 hice un recorrido por la base aérea de Howard. Se daba un movimiento inusitado. Yo, viaje en un chivita de Veracruz. Confirme que en unos de esos vuelos chárter militares habían llegado, los reporteros de guerra que cubren para el Pentágono.
Laboramos en el diario Matutino. Esa noche la plana cerró como a eso de las 10:00 p.m. y me retiré a casa. Me puse a ver televisión. A menudos los cintillos de claves chácara y cutarra no me gustaba. De pronto faltando pocos minutos para las 12 MN recibí una llamada para sintonizar Radio Nacional. En efecto Rubén Murgas confirmaba que se estaba ejecutando una acción militar foránea contra Panamá.

Rubén dijo que él no fue entrenado para ser soldado pero la historia lo colocaba en la trinchera de la defensa del país como lo que es, actuar como periodista.
Me arreglé y desde mi residencia en Cáceres de Miraflores se escuchaban los estruendos de las pesadas bombas que caían. UN ruido de un avión sobrevolaba la ciudad en círculo. Mi hija, Kany, me agarró y me pidió no ir al teatro de los acontecimientos pero Roly le respondió, “él es un periodista déjalo cumplir”.
Avancé y desde el puente de la Martin Sosa el destello del fuego y los estallidos de las bombas no me permitieron avanzar y entonces me dirigí hacia el hospital Santo Tomás porque pensé que habría heridos. Cuando me acercaba ya había combates en el edificio Hatillo donde había sido herido el dirigente, Ramón Ashby. En la urgencia del HST comenzaban a trasladar heridos y muertos y la confusión era indescriptible en la urgencia del hospital. Hice un despacho para la Radio Nacional que aún no había sido intervenida por los aparatos espías norteamericanos que contaba con un barco interceptor.
En medio de tanta acción, muy tarde a la madrugada, regresé a casa y cuando regresaba en Vista Hermosa en un bar discoteca propiedad de un amigo me encontré a dos parejas bailando y al relatarle al dueño lo que acontecía éste procedió a terminar la escena romántica de los tortolitos.
No aguante consolidar el sueño y temprano me levanté y me encontré con Eliecer Santamaría. Juntos nos fuimos hasta detrás de los multifamiliares de Barraza. Todo el perímetro estaba cercado por las tanquetas norteamericanas. Yo, mantuve en marcha el motor de auto mientras Santa tomaba fotos. De pronto, cuando ya nos disponíamos a salir de ese teatro, camuflados identificamos a Papo Córdova e Hilario Trujillo, quienes estaban vestidos de civiles con gorras en sus cabezas. Les pregunté por sus cuarteles y Córdova nos respondió ya lo bombardearon y se lo tomaron. El tono de respuesta no lo escuche muy militar.
Regresamos al Santo Tomás. Yo continúe solo hacia Panamá Viejo donde me informaron que habían combates. Intenté acercarme. A marcha lenta en la estatua de Morelos los marines americanos camuflajeados y pintoreteados sus caras estaban hasta el tuétano en lama estaban arrastrándose para acercarse a la calle. Eran muchos mientras helicópteros hacían labores de rescate de otros marines que estaban enterrados en la lama a pocos metros de la calle. El cuartel estaba tomado y por la parte de la iglesia San Gerardo de Mayela las tropas invasoras colocaban alambres púas.
Eran casi las 10:00 a.m. Decidí tomar descanso. Había muchos vuelos tanto de aviones como helicópteros militares. Fui antes a la redacción escribimos una nota con algunas fotos de un helicóptero derribado en Huerta Sandoval y Cerro Ancón y un resumen de lo registrado en el Santo Tomas. Fue la última publicación de ERSA porque después de salir de ese lugar una tanqueta de la soldadesca gringa derribó las paredes y se posó sobre la redacción.
Testimonio: Una jornada de trabajo la noche de la invasión
Por Roberto Rolando RODRIGUEZ
Días antes de la intervención militar del ejército de los Estados Unido...s la información que manejábamos era de inminente invasión. Ese 19 de diciembre de 1989 hice un recorrido por la base aérea de Howard. Se daba un movimiento inusitado. Yo, viaje en un chivita de Veracruz. Confirme que en unos de esos vuelos chárter militares habían llegado, los reporteros de guerra que cubren para el Pentágono.
Laboramos en el diario Matutino. Esa noche la plana cerró como a eso de las 10:00 p.m. y me retiré a casa. Me puse a ver televisión. A menudos los cintillos de claves chácara y cutarra no me gustaba. De pronto faltando pocos minutos para las 12 MN recibí una llamada para sintonizar Radio Nacional. En efecto Rubén Murgas confirmaba que se estaba ejecutando una acción militar foránea contra Panamá.

Rubén dijo que él no fue entrenado para ser soldado pero la historia lo colocaba en la trinchera de la defensa del país como lo que es, actuar como periodista.
Me arreglé y desde mi residencia en Cáceres de Miraflores se escuchaban los estruendos de las pesadas bombas que caían. UN ruido de un avión sobrevolaba la ciudad en círculo. Mi hija, Kany, me agarró y me pidió no ir al teatro de los acontecimientos pero Roly le respondió, “él es un periodista déjalo cumplir”.
Avancé y desde el puente de la Martin Sosa el destello del fuego y los estallidos de las bombas no me permitieron avanzar y entonces me dirigí hacia el hospital Santo Tomás porque pensé que habría heridos. Cuando me acercaba ya había combates en el edificio Hatillo donde había sido herido el dirigente, Ramón Ashby. En la urgencia del HST comenzaban a trasladar heridos y muertos y la confusión era indescriptible en la urgencia del hospital. Hice un despacho para la Radio Nacional que aún no había sido intervenida por los aparatos espías norteamericanos que contaba con un barco interceptor.
En medio de tanta acción, muy tarde a la madrugada, regresé a casa y cuando regresaba en Vista Hermosa en un bar discoteca propiedad de un amigo me encontré a dos parejas bailando y al relatarle al dueño lo que acontecía éste procedió a terminar la escena romántica de los tortolitos.
No aguante consolidar el sueño y temprano me levanté y me encontré con Eliecer Santamaría. Juntos nos fuimos hasta detrás de los multifamiliares de Barraza. Todo el perímetro estaba cercado por las tanquetas norteamericanas. Yo, mantuve en marcha el motor de auto mientras Santa tomaba fotos. De pronto, cuando ya nos disponíamos a salir de ese teatro, camuflados identificamos a Papo Córdova e Hilario Trujillo, quienes estaban vestidos de civiles con gorras en sus cabezas. Les pregunté por sus cuarteles y Córdova nos respondió ya lo bombardearon y se lo tomaron. El tono de respuesta no lo escuche muy militar.
Regresamos al Santo Tomás. Yo continúe solo hacia Panamá Viejo donde me informaron que habían combates. Intenté acercarme. A marcha lenta en la estatua de Morelos los marines americanos camuflajeados y pintoreteados sus caras estaban hasta el tuétano en lama estaban arrastrándose para acercarse a la calle. Eran muchos mientras helicópteros hacían labores de rescate de otros marines que estaban enterrados en la lama a pocos metros de la calle. El cuartel estaba tomado y por la parte de la iglesia San Gerardo de Mayela las tropas invasoras colocaban alambres púas.
Eran casi las 10:00 a.m. Decidí tomar descanso. Había muchos vuelos tanto de aviones como helicópteros militares. Fui antes a la redacción escribimos una nota con algunas fotos de un helicóptero derribado en Huerta Sandoval y Cerro Ancón y un resumen de lo registrado en el Santo Tomas. Fue la última publicación de ERSA porque después de salir de ese lugar una tanqueta de la soldadesca gringa derribó las paredes y se posó sobre la redacción.
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