Un canal para la humanidad con eficiencia, capacidad, operatividad, mantenimiento y rentable.
martes, 31 de diciembre de 2019
Un canal para la humanidad con eficiencia, capacidad, operatividad, mantenimiento y rentable.
lunes, 30 de diciembre de 2019
20 AÑOS DESPUÉS Y LA TRANSFERENCIA DEL CANAL A PANAMÁ
20 AÑOS DESPUÉS Y LA TRANSFERENCIA DEL CANAL DE PANAMÁ
Por
Roberto Rolando RODRIGUEZ
La transferencia del
canal de Panamá en aquella fecha del 31 de diciembre de 1999, el kilómetro 23
del cual Omar Torrijos Herrera nos habló en 1977, hubo que caminarlo con muchas
expectativas, buenas unas y malas otras, pero todo inspirado en la paciencia y
patriotismo. Y ese mediodía, hace 20 años, no hubo panameño alguno en todo el país
que se quedó sin celebrar esa fecha historia que se dio por la lucha
generacional de nuestra juventud y nuestro pueblo que dio su sangre y valentía
para hacer valer el derecho nacional.
No solo fue la transferencia del canal, y eso
estamos todos claros lo que ocurrió ese mediodía del 31 de diciembre de 1999,
fue la recuperación de nuestra soberanía nacional que nos permitió contar con
un territorio libre de bases militares, policía militar, jueces extranjeros
autoridades del canal administrando la vía sin retribución económica justa, y
una discriminación de índole racial en casi todos los aspectos.
Veinte años después no hay
lugar para quejarnos de aquello ocurrido sino que hoy lo manejamos con madurez y
no como un archivo de la historia de Panamá, más bien repasando y honrando esos momentos de
luces que ofrecieron nuestros mártires.
20 años después, somos
protagonistas de nuestra historia como nación y ente definido del mar como es
la actividad canalera: ello nos ha llevado a jugar el papel que nos dio la lucha
y que hoy pone a Panamá en el mundo al administrar el país y el canal, con eficiencia,
operatividad, mantenimiento y seguridad un rol con imperceptibilidad.
Hace 20 años, el mundo preguntaba
sobre la capacidad del panameño para manejar el canal. Hace 20 años la
respuesta fue el reto es panameño. Hoy, 20 años después, el canal ha incrementado
su eficiencia, operatividad y mantenimiento, claves estas para un éxito en la actividad
de un negocio igual que su recurso humano.
Hoy día, el canal de Panamá
no solo es tránsito de barcos de bajo calado y carga por el mecanismo de
esclusas sino transitan buques de más 14 mil BTU (lenguaje naviero) gracias a
ese empeño de sus administradores, los gobernantes y el pueblo panameño que decidió
en un referéndum, ampliar el canal, como parte de la visión de aprovechar como
recurso la posición geográfica de Panamá.
20
años después funciona un canal ampliado desde hace 1300 días, con una capacidad
triple al canal de esclusas, los
ingresos han aumentado a B/.3.365 millones por peajes, servicios marítimos y
venta de energía y batió su marca de carga transitada con 450,7 millones de
toneladas.
Los niveles
de seguridad son admirados en las navieras del mundo y la conclusión es que el
canal panameño para el tránsito de barcos y buques es el aporte más importante
de Panamá a la humanidad, reconocido por la comunidad internacional, en
especial la marítima.
20
años después se establece una diferencia en el aporte del canal al tesoro
nacional desde aquel mediodía del 31 de diciembre. Hoy, ese aporte es de B/.16,818
millones en comparación con los 85 años de administración norteamericana que
fue de B/.1.878 millones.
El principal negocio del canal de Panamá siguen siendo tránsito de
portacontenedores y los buques de gas natural licuado y de transporte de gas
son los que registran mayor crecimiento en tránsito para una ruta cuyos
principales usuarios son Estados Unidos y China.
Y, aún
falta por desarrollar más iniciativas como es muy pronto el tránsito de barcos
en horas nocturnas y una nueva ampliación para beneficio de la humanidad. El
canal de Panamá es motor de la economía panameña, que según se reporta, es la más
pujante de la región latinoamericana.
(El
actor de este artículo fue el jefe de prensa y divulgación durante los 1000 días
de la transferencia del canal)
sábado, 21 de diciembre de 2019
TAIWAN: SIEMPRE SERÁN NUESTROS AMIGOS.
Taiwán: siempre serán nuestros amigos
Por Roberto Rolando RODRIGUEZ.
Un plan de desarrollo tecnológico de su industria y economía estaba en marcha con puntuación más occidentalizada.
En septiembre de 1980, me encontraba en Santiago de Veraguas, en una misión de imagen radial para dos candidatos a legisladores provinciales, a solicitud de mi amigo, Efebo Díaz Herrera, Darisnel Espino, Alejandro Ayala y otros.
Ganadores los proyectos en elección popular, retorno a mi puesto en el Diario Matutino, cuando de pronto una llamada del primer secretario de la Embajada de China, Taiwán, Tomás Ho. En la otra línea escucho: ‘Mi Gobierno lo invita a usted a la fiesta del Doble 10 en Taipei. Esa fiesta es la celebración de la fundación de la República y es doble 10 porque es el 10 de octubre y ese mes es el décimo de año'.
Ho, además me comenta: ‘Usted, según nuestra Secretaría de Prensa, es el primer periodista de Latinoamérica más joven que recibe una invitación oficial a mi país'.
¡Qué distinción! Humildemente inmerecido. Viaje con el experimentado en millas viajeras, el inolvidable, George Thomas (q. e. p. d.). Un vuelo transoceánico de 14 horas, Los Angeles - Honolulu - Tokio - Taipei. En pleno vuelo después de despegar de Honolulu-Tokio experimenté una tormenta eléctrica con lluvia que por el faz que le vi a George era el fin del mundo, pero el capitán del vuelo pidió calma y no prestar atención a la tembladera de la aeronave. ¡Qué alivio!
Allá, tomé nota de la amistad de ambos pueblos, afiancé la importancia e influencia de los chinos para el desarrollo nuestro y el papel de Panamá para la diversificación del comercio taiwanés hacia América Latina. Nunca hice apreciaciones ideológicas.
Taiwán estaba en una fase de modernización de la infraestructura física de sus ciudades, en especial, Taipei. Había oposición. Un plan de desarrollo tecnológico de su industria y economía estaba en marcha con puntuación más occidentalizada.
Así que afianzar lazos de amistad entre panameños y chinos de Taiwán fue un objetivo a mi regreso. Qué bonito todo ese esfuerzo. Más jóvenes periodistas fueron invitados a visitar Taiwán. Yo, hice compadrazgo con el periodista de China News, Pedro Liu y señora; padrinos de mi hijo ROLANDO ROBERTO (a) Robbie.
Por supuesto, muchos años han pasado y muchos aportes han surgido de esa cooperación técnica, económica, diplomática y cultural de Taiwán. En agricultura, pesca y otras tecnologías. En asistencia médica, cientos de médicos taiwaneses, en todo el mundo, se reunían en Panamá para brindar asistencia médica a panameños humildes. Ellos, diagnosticaron en mí tenosinovitis estenosante en ambas manos.
Pero, pese a está bonita relación con diplomáticos chinos, cultivada a buen pulmón, recuerdo que fue 10 años antes que supe de otros impulsos por estrechar amistad con ellos. Ese motor fue nada más y nada menos que el general Omar Torrijos, quien en los años 70 impulsó una misión técnico-agrícola, cuyo primer fruto cosechado lo mostró en la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena. Los técnicos chinos se establecieron en Montijo y desde allí enseñaron a campesinos sembrar dos coas de arroz al año. Injertar las frutas, cítricos, tomates, pepinos y otros productos agrícolas.
Por eso, quedo sin palabras de sorpresa por la forma como este Gobierno ha mostrado ninguna consideración amistosa alguna a los chinos paisanos míos de Taiwán. Como bien lo dijo, Dicky Panay, debemos conservar esa amistad. Ellos estuvieron con nosotros cuadrados con nuestra lucha canalera y pusieron hombros cuando lo necesitamos.
A la República China, Taiwán, mi admiración por su vocación de trabajo, autenticidad, libertad, democracia e independencia. ¡SALUDOS!
PERIODISTA
TESTIMONIO: UNA JORNADA DE TRABAJO LA NOCHE DE LA INVASIÓN
TESTIMONIO: UNA JORNADA DE TRABAJO LA NOCHE DE LA
INVASIÓN
(Segunda Parte)
(Segunda Parte)
Roberto Rolando RODRIGUEZ.
Estados Unidos y Panamá, en septiembre de 1977
firmaron los tratados Torrijos Carter. En lo militar para la defensa y
seguridad del canal, se estableció una coordinación entre el ejército
norteamericano y las fuerzas de defensa panameñas. Para ello, funcionó una
oficina de coordinación permanente que tenía como sede Amador para el
patrullaje conjunto y durante 10 años coordinaron lo acordado para la total
transferencia de la defensa del canal.
Sin embargo, esa noche, la del 19 de diciembre de
1989, promediando las 10:00 pm una sospecha comienza en la contraparte
panameña. De pronto, las radio comunicaciones dejan de funcionar, los teléfonos
quedaron inhabilitados y las luminarias en el área de la contraparte
norteamericana se apagaron. Suficiente para concluir que algo estaba en trama,
por lo que se informa a la comandancia general y el oficial de turno, le resta
importancia a la sospecha del jefe de la policía militar panameña.
Dos hechos anteriores sirvieron para tomar las
precauciones y evacuar a todo el personal militar panameño y ordenar su
reorganización en otros lugares en la capital.
Pocos minutos antes de las 12:00 MN, y precisando las
11:45 p.m. se da la primera agresión armada del ejército de los Estados Unidos
contra el último autobús de soldados panameños que estaban siendo evacuados. Seguido
tanquetas militares abren fuego de artillería contra la sede de la compañía Victoriano
Lorenzo, acantonada en Fuerte Amador. Así comienza una de las historias de
agresión más cruel y cobarde de EEUU contra un país amigo, que lo mantenía como
aliado para la defensa del canal, y se convierte en una intervención militar
simultánea a grande escala en todo el país.
La invasión estaba programada para las 1:00 a.m. pero
se adelantó una hora y minutos debido a las evacuaciones panameñas es decir que
si no hubiera una sospecha la toma por sorpresa en una matanza mayor.
Siempre así, retomo los apuntes del conversatorio en
el que participé hace un año en la fundación Omar Torrijos, sobre los
testimonios que viví aquella noche de la invasión del ejército norteamericano y
que a continuación narro.
Antes de esa “estúpida” intervención militar del
ejército de los Estados Unidos, la información era de “inminente invasión”. Ese
19 de diciembre de 1989, hice un recorrido en horas de la tarde por la base
aérea de Howard. Se daba un inusitado movimiento. Viajé en un chivita de
Veracruz. Confirmé que en un vuelo chárter militar de USAFO llegaron, ese
mediodía, reporteros de guerra que cubren para el Pentágono.
Laborábamos en el diario Matutino. En la noche, la
plana cerró como a eso de las 10:00 p.m. y me retiré a casa. A menudos en la TV
los cintillos de claves “chácara” y “cutarra” hacia la noche tensa. De pronto,
faltando minutos para las 12MN recibí una llamada para sintonizar Radio Nacional.
Era, Rubén Murgas quien me confirmaba era un hecho la invasión militar del
ejército de los Estados Unidos contra Panamá.
Rubén, me comentó al perífono que él no fue entrenado
para ser soldado pero la historia lo colocaba en la trinchera de la defensa del
país como corresponde, como periodista.
Era noche de luna llena. Me arreglé y desde mi
residencia en Cáceres de Miraflores, se escuchaban los estruendos de las
pesadas bombas de miles de libras que caían. Se calculan que fueron unas 400
bombas detectadas por el sismógrafo de la Universidad de Panamá. Un ruidoso
avión sobrevolaba la ciudad en forma circular. Mi hija, Kany, me agarró y me
suplicó no fuera al teatro de los acontecimientos y Roly, mi hijo mayor aun
estdiante de secundaria, dijo a Kany y a su mamá, “él es un periodista déjalo
cumplir con su labor”.
Avancé hasta el puente Martín Sosa, desde allí el
destello del fuego y los estallidos de las bombas no me permitieron avanzar y,
entonces, me dirigí hacia el hospital Santo Tomás, porque deduje se
experimentan emergencias. Cuando me acercaba, ya había combate en los
alrededores del edificio Hatillo, donde fue herido el dirigente, Ramón Ashby.
Por esa área cae muerto Gustavo Torreglosa. En la urgencia del HST comenzaban a
trasladar heridos y muertos y la confusión era indescriptible en todo el
nosocomio. Desde allí hice un despacho para la Radio Nacional que aún no era
objeto de intervención electrónica por un barco y un avión espías
norteamericanos.
En medio de tanta acción, me percaté que el aeropuerto
de Paitilla fue atacado e inhabilitado por una fuerza especial SEAL, la más
temible del USARMY. Esa unidad elite de combate de los EU sufrió 5 bajas y una
decena de heridos y necesitó de refuerzo aéreo de tecnología de nueva
generación para destruir los hangares, debido a que el grupo de soldados
panameños resistían con táctica y preparación, según el reporte que obtuve.
No había duda que la intención de la operación militar
no era evitar derramamiento de sangre de lo contrario, en Amador, no hubieran
agredido a boca de jarro con las tanquetas. Afortunadamente, el capitán Moisés
Cortizo, graduado en West Point, evacuó a los soldados a fin de reorganizar la
tropa en otros lugares y como comandante de la compañía fue el último en salir
del lugar.
Ya era muy tarde a la madrugada, decidí regresar a
casa. No podía consolidar mi sueño y tomé mi radio transitor y recorrí las
frecuencias herzianas, sin sintonizar ninguna emisión nacional. El bloqueo de
la aeronave espía y el barco interceptor ubicado en la bahía de Panamá era
efectivo. Con mucha estática capturé la radio militar del ejército de los
Estados Unidos. Una voz comercial panameña, muy conocida, anunciaba que las
tropas norteamericanas intervenían con “just Cause”. Escuché las proclamas de
Endara, Ford y Arias Calderón. Yo, grabé esas proclamas, pieza histórica que se
me perdió en una mudanza, de las tantas que viví, porque posterior la invasión
trajo para mí lo más doloroso para un hombre el rompimiento y la separación
familiar.
Ya temprano me levanté y salí a ver la evolución de la
situación de mi país intervenido. Me encontré con el reportero gráfico, Eliecer
Santamaría. Juntos fuimos hasta detrás de los multifamiliares de Barraza. Todo
el perímetro estaba cercado por las tanquetas norteamericanas. Mucha gente del
barrio aglomerada en los alrededores. Yo, mantuve el motor de auto en marcha
mientras Santamaría tomaba fotos. De pronto, cuando nos disponíamos a salir de
ese teatro, camuflados identificamos a Papo Córdova e Hilario Trujillo, quienes
estaban vestidos de civiles con gorras en sus cabezas. Santamaría les preguntó
por sus cuarteles y Córdova respondió ya lo bombardearon. El tono de la
respuesta no fue enérgica de un militar.
Regresamos al Santo Tomás. Yo, continúe hacia Panamá
Viejo donde se escenificaban combates. Intenté acercarme. A marcha lenta en la
estatua de Morelos, los marines americanos camuflajeados y pintoreteados sus
caras estaban hasta el tuétano en lama. Unos arrastrándose para acercarse a la
calle y otros se asomaban por los muros. Daban miedo, terror y también sentí
impotencia. Eran muchos mientras helicópteros hacían labores de rescate de
otros marines que estaban enterrados en la lama a pocos metros de la calle. El
cuartel estaba tomado. Di la vuelta y me dirigí por la parte de la iglesia San
Gerardo de Mayela. Las tropas invasoras ya colocaban alambres púas como de
perímetros de ocupación.
Eran casi las 10:00 a.m. Decidí descansar. Había
muchos vuelos tanto de aviones como helicópteros militares. Antes, fui a la
redacción escribí una nota con algunas fotos de un helicóptero derribado en
Huerta Sandoval y Cerro Ancón y un resumen de lo registrado en el Santo Tomás.
Fue la última publicación de ERSA, porque después de salir de ese lugar una
tanqueta del ejército gringo derribó las paredes y se posó triunfante sobre la
redacción periodística.
El cansancio me rindió. Desperté con unos gritos. Eran
los chicos del barrio junto a que celebraban la noticia del derribo de un
helicóptero en el cuartel de Tinajita, por parte de la resistencia encabezada
por Daniel Delgado. Regreso a explicar que al sacar los interceptores de
frecuencias de los Estados Unidos la frecuencia de AM de la Radio Nacional, el
método de transmisión radial, fue a través de frecuencias modulares móviles, lo
que obligó a los militares norteamericanos ordenar a un helicóptero cañonear el
piso 7 de la Contraloría General de la Republica, donde estaba ubicada la
emisora estatal panameña e inhabilitarla pero aun así las emisiones continuaron
como parte de la resistencia.
Esa misma tarde del 20 de diciembre, salí en mi auto a
buscar a mi comadre Glenda y su mamá que habían venido desde Santiago a Panamá
para visitar a su hija residente cerca a Patio Pinel. Las traje a casa para
refugiarlas debido a que el puente de Las Américas estaba cerrado. No volví a
salir más sino dos días después cuando el saqueo estaba en pleno apogeo en el
Dorado y la vía España. Me acompañó mi hijo quien me describía los
acontecimientos mientras manejaba.
Después de todos estos acontecimientos, había personas
buscadas y ya Rubén Murgas, Mario Rognoni (qepd) y Escolástico Calvo estaban
detenidos en campo de concentración en Nuevo Emperador. En esa lista de
buscados estaba mi nombre, y confundieron mi nombre con el del colega de nombre
Rolando Rodríguez. Nunca supe de la importancia para buscarme pero igual
orgulloso me hubiera sentido de este atropello.
BÚSQUEDAS
EN FOSAS COMUNES
Rubén Murgas me invitó a participar de un medio de
comunicación alternativo que puso por nombre El Periódico. Por allí continúe
nuestra misión periodística. No éramos clandestinos.
Por eso, quiero narrar lo acontecido aquel 20 de
diciembre de 1989, cuando soldados norteamericanos abrieron fuego contra
conductor de un camión cisterna en Rio Hato. Eran las 12:35 MN. A partir de esa
hora, el papá de una de las víctimas de la barbarie militar, un comerciante del
Roble de Aguadulce, buscó a su hijo por todos lados con la respuesta de los
oficiales del ejército invasor: “no lo tenemos”.
El hombre no desmayó y continúo la búsqueda. Cuando el
Procurador, Rogelio Cruz, permitió las exhumaciones de las fosas comunes
solicitada por los familiares. Aquel padre colaboró y pagó las retro cavadoras
utilizadas en Jardín de Paz con la esperanza de encontrar los restos de su
hijo.
Excavaban una y otra fosa y nada. Recuerdo que en la
última fosa solo faltaba el último de los cadáveres ya cayendo la noche. Ese
que faltaba, fue el de su hijo. Estaba con manos atadas hacia atrás con
zunchos. Su cartera y documentos estaban consigo lo que permitió identificarlo legalmente.
El amor de un padre a lo suyo hay que valorarlo ante tanta negación de los
responsables de darle muerte a su hijo.
La cifra precisa sobre cuantos fueron los muertos tal
vez no se conozca en poco tiempo pues según Saturnino Solis encargado de morgue
del Santo Tomás, creen que fueron más de mil las víctimas, sin embargo el
registro oficial se perdió porque las tropas estadounidense se apoderaron del
libro y le desprendieron cerca de 10 a 12 páginas.
En la invasión perdimos todos. No hubo aprendizaje ni
lección alguna, tras este episodio estúpido que no debe repetirse, el país debe
seguir demostrando con sus ideas, libertad, progreso y desarrollo respeto a su
soberanía y defender el interés nacional con democracia.
A 30 AÑOS CUANDO LAS BOMBAS QUISIERON SILENCIAR CORAJE Y LA IDENTIDAD NACIONAL
A 30 AÑOS CUANDO LAS BOMBAS QUISIERON SILENCIAR
CORAJE Y LA IDENTIDAD NACIONAL
Por Roberto Rolando RODRIGUEZ
El incidente del 16 de diciembre
de 1989, donde militares de la brigada de inteligencia acantonada en Clayton,
cruzaron un muro de contención de jersy y obliga a centinelas a disparar y muere, Robert Paz Fisher, un teniente
colombiano norteamericano, fue la justificación para que cuatro días después, 20
de diciembre de 1989, se pusiera en marcha el operativo militar del ejército de
los Estados Unidos de América contra Panamá, que dejó luto, destrucción miles
viviendas de los chorrilleros, centenares de heridos y un impresionante saqueo
y vandalismos que dejó anaqueles y bodegas de los comercios vacíos en toda la
ciudad.
La invasión no era noticia que
venía de los planetas martes o júpiter. Días antes un amigo me dijo o se va
(Noriega) o desarman Fuerzas de Defensa y el ejército norteamericano se toma el
país y convertirán a la policía de pito y tolete.
Los meses previos a la invasión militar
de los Estados Unidos fueron tensos y de mucha guerra psicológica debido a
las posiciones radicales de los
políticos desde Washington y los militares norteamericanos acantonados en
Clayton y Quarry Hight.
En Washington, el senador por
Nueva York, Alfonso Damato, como estrategia exigía cortar la yugular a Panamá,
vía de agresión económica.
En Clayton, en las riberas del
canal, Marck Cisneros, era comandante del Ejército Sur y director del plan. Una
vez dijo que cuando
le ordenaran capturar a Noriega y estaba bebiendo una cerveza, iba, lo
capturaba y al regresar, la cerveza aún permanecía fría. En lo real, nunca tomó
esa iniciativa porque su misión no era evitar el derramamiento de sangre sino
crear las condiciones.
La invasión trajo una serie de
secuelas amargas a los panameños, ya sea de la clase política, la clase
empresarial, inversionista y aquellos foráneos que no entienden como nos ajusta
las prendas que vestimos.
La polarización algo que nos hizo
un daño terrible y todavía un grupo de panameños aun piensa lo contrario. No
trataré de cuestionar a quienes se oponían a Manuel Noriega y lucharon para
derrocarlos en las calles. Eran sus derechos y respecto el coraje. Sin embargo,
mi posición sobre aquellos vientos de invasión del ejército norteamericano y las
posteriores torceduras de verdades que hacen difícil de escribir la historia
eran manifiesta como panameño.
La invasión
fue un capricho de los políticos norteamericanos, que han perdido la capacidad de tratar con sus vecinos
del sur y, hoy día se quitan la vestimenta para decirnos que Estados Unidos aprendió de la historia
porque los riesgos que implica el uso de la fuerza militar no es la mejor forma, por sus
consecuentes daños, que incluyen además del luto, sangre y dolor, el deterioro
de sus relaciones geopolítica.
Sin embargo, las heridas ya son difíciles
de sanar porque los hechos están consumados militarmente, y quedaron hogares
destrozados, la delincuencias ha aumentado, no hicieron las indemnizaciones
correspondientes y hay lágrimas por las víctimas y el pesar para aquellas que no
le dan razón de los suyos con lo de la “just cause”.
Fui de los pocos periodistas que
en medio de la invasión norteamericana en noche, recorrí la ciudad. Otros lo
hicieron bajo la custodia de tanquetas y centros de prensa en bases militares.
Dicho así, quedo sorprendido que por
segunda vez, el militar mexicano estadounidense, Marc Cisneros, de gorila es el
más bondadoso y bonachón, al que se le debe que no se derramó más sangre y
porque gracias a él, como era el objetivo, Maxwell Thurner, no incendió Colón y
Chiriquí, luego que ambos lo hicieron en cuestión de minutos, con El Chorrillo,
fuerte Cimarrón, la base aérea de Tocumen, las instalaciones de Paitilla y Rio
Hato.
Sus declaraciones recientes, en
las que narra que al entregarse el capitán, Amadis Jiménez, en la base naval de
Colón y al tomarlo como prisionero de guerra, pudo lograr que los altos mandos
militares de las desaparecidas fuerzas de defensas panameñas, se rindieran.
No soy experto en temas militares y de actos de
guerra, pero sé que la convención de La Haya cubre claramente lo que se puede y no se puede
hacer a un prisionero durante su
captura así como tampoco se le puede obligar a dar más información que la de sus
generales de vida.
Por relato de un miembro de la tropa de marinos, esa noche
“estúpida” del 20 de diciembre de 1989, el capitán Amadis Jiménez, no combatió,
desobedeció órdenes y puso en peligro la vida de un centenar de soldados a su
mando.
Fue el capitán de apellido, Galindez de Coco Solo, quien se
tomó la infantería de Marina que comandaba el capitán Jiménez. La no atención
de inmediato de las instrucciones que se le dio a Jiménez desde Panamá pudo a
haber provocado la muerte de todos. Un alférez, Manuel de Jesús Castillo, guio
a los marinos panameños hasta una embarcación para llevarlos a salvo. Castillo en
la retaguardia murió en cumpliendo su misión. (https://www.facebook.com/prsmv52/videos/2490018957681153/
)
Nunca se supo de Jiménez hasta ahora. Sin embargo, Cisneros
revela que fue quien facilito teléfonos de sus compañeros de armas y, aún más de
superiores. Dar información al enemigo hace sospechosa las circunstancias.
Cisneros, hoy retirado del USARMY, es miembro de la
academia de la historia militar en Washington y residente en Texas. Él, reitera
que la invasión fue un acto de “estupidez” de su país y vende su sensibilidad con
el desaparecido, Manuel Antonio Noriega, por quien abogó se le concediera
cárcel domiciliaria en sus últimos días de enfermo.
De la invasión hay muchas tesis.
Una que Maxwell Thurner no gustaba de Cisneros, y otra que el pentágono estaba
ansioso de probar una serie de armamentos militares, aparatos aéro-militares,
como el avión invencible, los helicópteros apaches y sensores en los cascos de
las unidades élites, cuyas inversiones se estimó en unos $2,800 billones.
Con ese ambiente de guerra
psicológica y también presiones internas de panameños que pedían a los Estados
Unidos dejar de mostrar los colmillos, se vivió largos meses y llegó la “just
cause”.
De esos momentos tensos recuerdo
el de la entrada de Amador donde tropas norteamericanas bloquearon la entrada a
la calzada mientras cientos de soldados desembarcaban, vía aérea procedente de
Howard. Reclamaban la liberación de dos militares norteamericanos.
El segundo fue el ingreso de
tanquetas militares en los predios del antiguo hospital Gorgas.
Los otros dos incidentes fueron en
La Chorrera, donde apresaron al capitán Manuel Siero, jefe de la décima zona
con el pretexto que había cruzado centímetros de la línea verde de uso y
coordinación militar conjunta y aquel ocurrido en la avenida Ascanio Villalaz,
donde surge un “superman” panameño, discutiendo acaloradamente con un oficial
norteamericano.
Agrada que los Estados Unidos
admita que están aprendiendo de la historia y que, Marc Cisneros, acepte que su
conciencia no está tranquila con el mismo. La verdad histórica de la invasión
no se puede torcer ni alterar. Es como tapar el sol con la mano e impide que Panamá
y EEUU construyan un consenso y profundización de un ambiente de buenos amigos
como socios históricos que somos.
“El único deber que tenemos con
la historia es rescribirla”. Oscar Wilde (Continuará
segunda parte. Testimonios de lo que viví el 20 de diciembre de 1989)
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